El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un virus que ataca el sistema inmunitario o de defensa. Con el tiempo, si no se trata correctamente, el VIH puede debilitar tanto el sistema inmunitario que la persona desarrolla el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida). El sida es la etapa más avanzada del VIH y puede causar enfermedades graves o incluso la muerte.
Aunque el VIH aún no tiene cura, sí se puede tratar de forma muy eficaz. Seguir su plan de tratamiento y llevar un estilo de vida saludable permite que la mayoría de las personas con VIH tengan una esperanza de vida similar a la de alguien que no tiene el virus.
El VIH es un tipo de virus llamado retrovirus, lo que significa que almacena su material genético de una manera particular y se copia dentro de las células del cuerpo. Ataca principalmente a un tipo de glóbulos blancos o células del sistema inmunitario llamadas células CD4, también conocidas como células T colaboradoras. Estas células envían señales a otras células del sistema inmunitario para que empiecen a combatir infecciones.
Cuando el VIH infecta una célula CD4, toma el control y usa esa célula para hacer muchas copias de sí mismo. En lugar de ayudar al sistema inmunitario, la célula infectada empieza a producir más copias del virus. Estas copias del virus se liberan en el cuerpo para infectar otras células CD4. Con el tiempo, el virus destruye muchas de estas células, lo que debilita el sistema inmunitario. Esto hace que el cuerpo tenga más dificultad para defenderse de infecciones y ciertos tipos de cáncer.
El VIH es una infección viral, es decir, proviene de un virus, al igual que el resfriado común. Sin embargo, no se propaga tan fácilmente como los virus del resfriado o la gripe.
El VIH se transmite a través del contacto con ciertos fluidos corporales, como sangre infectada, semen, líquido preseminal, secreciones vaginales y fluidos rectales. También puede transmitirse de una madre a su hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia. Para que ocurra la infección, estos fluidos deben entrar en contacto con el torrente sanguíneo, una membrana mucosa (como las que están en los genitales o el recto) o una herida reciente abierta y profunda (lo cual supone un riesgo muy bajo). Tenga en cuenta que el VIH no se puede transmitir por la saliva.
La forma más común de transmisión es mediante relaciones sexuales anales si no se usa condón ni se toma PrEP (un medicamento que ayuda a prevenir el VIH), o al compartir agujas u otro equipo para inyectarse drogas. Es importante aclarar que el VIH no se transmite por contacto casual o cotidiano, como compartir bebidas, abrazarse, darse la mano o besarse.
Hoy se sabe que el VIH se originó en 1920 en Kinsasa, en lo que hoy es la República Democrática del Congo, cuando el virus pasó de chimpancés a humanos. Los primeros casos se presentaron a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) en 1981. Cinco hombres gays de Los Ángeles que hasta entonces estaban sanos presentaron una rara infección pulmonar llamada neumonía por Pneumocystis carinii, además de otras infecciones. Ese mismo año, los CDC recibieron más reportes de deficiencia inmunitaria grave en hombres gays. Para finales de 1981, ya se habían reportado 337 casos y 130 muertes por esta nueva enfermedad.
Pasarían algunos años antes de que se entendiera que el VIH causa el sida, y más tiempo aún para desmontar el mito de que el virus solo afectaba a los hombres gays.
Los medios comenzaron a difundir la idea de que el sida afectaba solo a los hombres gays. Algunos investigadores incluso le dieron el nombre de “deficiencia inmunitaria relacionada con los gays” (GRID, por sus siglas en inglés), lo que aumentó aún más el estigma. Ciudades como San Francisco y Nueva York empezaron campañas para cerrar saunas y clubes sexuales privados. Estados Unidos impuso una prohibición de entrada al país a personas inmigrantes con sida.
En 1982, la Federación Mundial de Hemofilia presentó pruebas a los CDC y a bancos de sangre de que el sida podía transmitirse por transfusión, convirtiéndose así en una enfermedad transmitida por la sangre. En ese momento, aún se creía erróneamente que el sida sólo afectaba a hombres gays y que no era una enfermedad infecciosa. Las pruebas de detección del VIH en bancos de sangre no comenzaron hasta 1985.
En 1986, el Comité Internacional de Taxonomía de los Virus nombró oficialmente al virus que causa el sida como virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Los científicos entendieron que el sida es la etapa más avanzada de la infección por VIH, cuando el sistema inmunitario ya está muy debilitado.
En marzo de 1987, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó la zidovudina, el primer medicamento antirretroviral (TAR) para tratar el VIH. Estos medicamentos pueden evitar que las personas con VIH desarrollen sida y también ayudan a prevenir la transmisión del virus.
Aunque los avances médicos eran significativos, el estigma hacia las personas con VIH disminuía lentamente. En 1990, Estados Unidos aprobó la Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA), que prohíbe la discriminación contra personas con discapacidades, incluyendo el VIH. Sin embargo, la prohibición de entrada al país para personas con VIH no se eliminó hasta 2010.
La FDA aprobó el primer inhibidor de proteasa, el saquinavir, en 1995. Este medicamento resultó ser un tratamiento eficaz contra el VIH. Esta nueva clase de medicamentos antirretrovirales provocó una disminución inmediata del 60 por ciento al 80 por ciento en las muertes y hospitalizaciones relacionadas con el sida en los países con acceso al tratamiento.
En julio de 2012, la FDA aprobó un régimen de medicamentos para la profilaxis preexposición (PrEP, por sus siglas en inglés), diseñado para prevenir que las personas VIH negativas con alto riesgo de infección contraigan el virus. La PrEP puede reducir el riesgo de transmisión sexual del VIH en más del 99 por ciento.
Para 2017, más de la mitad de las personas con VIH en el mundo —más de 19.5 millones— ya recibían tratamiento antirretroviral. Las organizaciones globales de lucha contra el VIH comenzaron a promover el lema “Indetectable = Intransmisible” (o “I=I”). Esta campaña contra el estigma se basa en pruebas científicas que demuestran que las personas con VIH que logran una carga viral indetectable gracias al tratamiento no pueden transmitir el virus a otras personas.
Desde 2021, existen medicamentos inyectables de acción prolongada para prevenir el VIH. En lugar de tomar una pastilla diaria, la persona puede recibir una inyección cada dos o seis meses. Actualmente se están evaluando otros medicamentos inyectables para la prevención del VIH, y los ensayos clínicos muestran resultados prometedores.
En 2024, se estimó que más de 40 millones de personas en todo el mundo vivían con VIH. Mientras que en 2023, se reportó que 1.2 millones de personas mayores de 13 años vivían con VIH en los Estados Unidos, y alrededor del 13 por ciento no sabía que tenía el virus.
Los hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres son el grupo más afectado por el VIH. De los 30,635 nuevos diagnósticos de VIH en Estados Unidos en 2020, el 68 por ciento correspondía a hombres gays y bisexuales. Las mujeres transgénero que tienen relaciones sexuales con hombres también se encuentran entre los grupos con mayor riesgo de infección por VIH.
Las personas de entre 20 y 30 años tienen más probabilidades de recibir un diagnóstico de VIH que las de otros grupos de edad.
Según el sitio HIV.gov, en Estados Unidos, las personas afroamericanas y las personas hispanas o latinas se ven más afectadas por el VIH que otros grupos raciales y étnicos.
El Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE. UU. (USPSTF, por sus siglas en inglés) recomienda que todas las personas entre los 15 y 65 años —así como todas las personas embarazadas— se hagan la prueba del VIH al menos una vez en la vida.
Los profesionales de la salud pueden detectar el VIH mediante análisis de sangre o pruebas con líquidos orales (similares a la saliva). También hay pruebas caseras disponibles. Cuando alguien se hace la prueba del VIH, los resultados pueden indicar si tiene el virus. Si el resultado es positivo, los médicos pueden hacer otras pruebas —como medir el recuento de células CD4— para ver cómo está funcionando el sistema inmunitario y buscar otras infecciones relacionadas con el VIH.
Es importante saber que existe un “periodo de ventana”, que es el tiempo entre la infección por VIH y el momento en que una prueba puede detectarlo. Durante este periodo, una persona puede transmitir el virus aunque su prueba todavía dé negativo.
Las pruebas rápidas y los kits de autodiagnóstico son cada vez más precisos y fáciles de conseguir, lo cual ayuda a detectar el VIH de forma más temprana.
Los síntomas del VIH dependen de la etapa en la que se encuentre la infección. Se estima que entre un 10 por ciento y un 60 por ciento de las personas con infección reciente por VIH no presentan síntomas. En los demás casos, pueden aparecer síntomas parecidos a los de la gripe —conocidos como síndrome retroviral agudo— dentro del primer o segundo mes después de la infección. Estos síntomas suelen durar unas semanas e incluyen fiebre, dolor de garganta, sarpullido, diarrea, pérdida de peso y dolor de cabeza.
Durante la etapa crónica o latente —que puede durar entre 8 y 10 años sin tratamiento— la persona puede tener ganglios inflamados o no presentar síntomas. Si sigue su terapia antirretroviral tal como se lo recomienda el equipo médico, lo más probable es que no desarrolle sida.
Sin tratamiento, el VIH puede causar síntomas como infecciones frecuentes, fiebre, cansancio, sudoración, diarrea y pérdida de peso.
En la última etapa del VIH, conocida como sida, el sistema inmunitario está muy debilitado, lo que lleva a infecciones graves y cánceres que finalmente provocan la muerte.
El VIH se trata con terapia antirretroviral. Hay muchos tipos diferentes de medicamentos antirretrovirales, y la mayoría de las personas recibe una combinación de estos medicamentos. Algunos tratamientos también se usan como prevención para evitar la transmisión del virus. Cuando el VIH causa otras infecciones, estas pueden tratarse con antibióticos, medicamentos antifúngicos u otros antivirales.
Cabotegravir es un medicamento inyectable de acción prolongada que se puede usar como PrEP. En lugar de tomarlo todos los días, se aplica una inyección cada dos meses, lo que facilita su uso. Recientemente se aprobó Yeztugo (lenacapavir), una nueva modalidad de PrEP que es una inyección que se aplica dos veces al año para prevenir el VIH-1 por contacto sexual. También existen medicamentos más nuevos que actúan de diferentes maneras para tratar el VIH, lo cual ayuda en casos donde los tratamientos anteriores han dejado de funcionar.
No existe una cura para el VIH ni para el sida. Sin embargo, los tratamientos actuales son tan eficaces que, en la mayoría de los casos, evitan que la infección avance y se convierta en sida. También pueden reducir mucho el riesgo de transmisión entre parejas sexuales.
En myHIVteam, la red social para personas con VIH y sus seres queridos, los miembros se apoyan entre sí, hacen preguntas, dan consejos y comparten sus historias con personas que comprenden cómo es vivir con VIH.
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